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En el corazón espiritual de la India del siglo XIX, entre los altares del templo de Kali en Dakshineswar y las riberas sagradas del Ganges, vivió un hombre cuya vida fue un fuego sagrado de devoción, éxtasis y realización interior: Sri Ramakrishna (1836–1886).

Figura central en el renacimiento espiritual de la India, su presencia fue una confluencia viva de las grandes religiones, una manifestación de la experiencia mística pura más allá del dogma, de la letra y de la forma.

El despertar de Gadadhar

Nacido como Gadadhar Chattopadhyay en el pequeño pueblo de Kamarpukur, su infancia estuvo marcada por visiones espontáneas, trances espirituales y una intensa sensibilidad estética.

Desde muy joven mostraba una profunda inclinación hacia la religión, el arte y la contemplación, ignorando los caminos convencionales de la erudición formal para sumergirse directamente en la experiencia vivencial de lo sagrado.

La muerte de su padre y el traslado de su familia a Calcutta serían giros fundamentales que lo conducirían hacia el templo de Dakshineswar.

El templo de Kali y la crisis del yo

Fue en este templo, donde su hermano mayor lo nombró sacerdote de la diosa Kali, que Sri Ramakrishna inició su radical camino interior. Allí se consumió en un fuego místico de tal intensidad que llegó a clamar a la diosa como un niño desesperado por el abrazo de la madre. Su anhelo se volvió total, su oración ardía con tal fuerza que cayó en largos éxtasis donde la percepción del mundo se disolvía.

En uno de esos trances, afirmó haber tenido la visión directa de la Madre Kali como una presencia viviente, resplandeciente y compasiva.

Pero lo que siguió no fue un retiro al silencio, sino una expansión de su búsqueda: abrazó y vivió las prácticas espirituales de otras religiones. Sri Ramakrishna no estudió otras religiones, las realizó.

Fue iniciado en el islam por un maestro sufí y en el cristianismo por un monje hindú converso. En todas ellas, alcanzó el mismo estado de samadhi, la unión con lo absoluto. Su mensaje se volvió claro: todas las religiones son caminos que conducen al mismo océano de la Verdad.

Sadhana y multiplicidad de senderos

Lo notable de Sri Ramakrishna fue su intensa práctica en múltiples senderos espirituales sin perder la raíz devocional de su alma. Exploró con profundidad el tantra, el vedanta advaita, el bhakti de Radha y Krishna, el yoga de Patanjali, y los caminos del sufismo y el cristianismo místico. En cada tradición reconocía la misma luz.

Su acercamiento al tantra fue particularmente audaz. Acompañado por la yoguini Bhairavi Brahmani, se adentró en los rituales tántricos más secretos y extremos, guiado siempre por la pureza de intención y el deseo de trascender todas las dualidades.

El sexo, la muerte, el poder, la materia: todo podía ser transmutado en lo divino, según él, si la mente permanecía absorta en la conciencia de Dios.

Sarada Devi, la Madre Santa

La presencia de Sarada Devi, su esposa espiritual, jugó un papel silencioso pero central en su vida. Aunque su unión fue en todo momento casta y simbólica, Sarada encarnó el aspecto viviente de la Shakti divina para él.

Ella se convirtió más tarde en una figura clave del movimiento Ramakrishna, canalizando su mensaje en las generaciones venideras con humildad, sabiduría y ecuanimidad.

Discípulos y el nacimiento del movimiento Ramakrishna

Hacia el final de su vida, Ramakrishna fue rodeado por un grupo de jóvenes brillantes que se convertirían en sus discípulos más célebres. Entre ellos se destacó Narendranath Datta, más conocido como Swami Vivekananda.

A través de él, las enseñanzas de Ramakrishna alcanzarían Occidente y se plantarían como semillas vivas en el alma de la espiritualidad moderna.

A diferencia de muchos maestros de su tiempo, Ramakrishna no escribió libros. No fundó una escuela ni codificó un sistema. Su legado fue oral, transmitido a través de historias, cantos, éxtasis compartido y el contagio de su realización.

Su devoto M., Mahendranath Gupta, recopiló sus conversaciones en la monumental obra El Evangelio de Sri Ramakrishna, uno de los textos más intensos de la literatura mística universal.

Filosofía viviente y paradojas divinas

Lo extraordinario de Ramakrishna fue su constante oscilación entre la dualidad y la no-dualidad. En ocasiones se dirigía a Dios como una madre amorosa, en otras como un impersonal océano de existencia pura. A veces hablaba desde la voz del devoto rendido, y otras desde la unidad de Brahman.

Podía reírse como un niño al ver pasar una nube, o caer en samadhi durante horas al escuchar un nombre de Dios. No era un filósofo sistemático, sino una fuerza encarnada, una prueba viviente de que la verdad religiosa es una experiencia, no una teoría.

Legado espiritual

Ramakrishna dejó este mundo en 1886, pero su presencia sigue viva en los centros Ramakrishna de todo el mundo, en las enseñanzas de Swami Vivekananda y en las almas de millones que buscan lo divino más allá del dogma.

Para algunos fue un santo, para otros un avatar, pero todos coinciden en que fue un místico de la más alta pureza.

Su vida fue una danza de éxtasis y ternura, un puente entre religiones, una encarnación del amor divino que no pide creencias, sino entrega. Su enseñanza no puede encerrarse en palabras, porque fue una llamarada silenciosa.

Como él mismo decía: «Los diferentes ríos corren tortuosamente, pero todas desembocan en el mismo océano de Dios.»

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