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Jiddu Krishnamurti es una de las figuras más enigmáticas, influyentes y singulares del pensamiento espiritual del siglo XX. Su vida y obra desafían categorizaciones, pues rechazó toda afiliación religiosa, doctrina establecida o camino fijo hacia la verdad.

Su enseñanza, radicalmente libre, se centró en la transformación directa del ser humano mediante la observación sin juicio, la comprensión del pensamiento y el fin de la búsqueda como acto de liberación.

Infancia y reconocimiento por la Sociedad Teosófica

Krishnamurti nació el 12 de mayo de 1895 en Madanapalle, India, en el seno de una familia de tradición brahmánica.

Su vida tomó un rumbo inesperado cuando, siendo apenas un niño, fue descubierto por Charles Webster Leadbeater, quien aseguró percibir en él un aura pura y luminosa.

Poco después, Annie Besant —líder mundial de la Sociedad Teosófica— lo adoptó legalmente junto a su hermano Nityananda.

La Sociedad Teosófica vio en Krishnamurti la encarnación del futuro Instructor del Mundo, una figura mesiánica esperada por las tradiciones esotéricas.

Con ese propósito, se fundó la Orden de la Estrella de Oriente, una organización internacional que prepararía el camino para su aparición. Sin embargo, Krishnamurti, ya adulto y profundamente reflexivo, terminaría por rechazar ese rol.

La disolución de la Orden y el comienzo de su enseñanza

En 1929, durante una conferencia ante miles de seguidores, Krishnamurti pronunció uno de los discursos más contundentes y paradigmáticos de la historia espiritual contemporánea: disolvió públicamente la Orden de la Estrella de Oriente. En sus palabras:

«La verdad es una tierra sin caminos, y no puedes alcanzarla a través de ninguna organización, ningún credo, ningún dogma, sacerdote o ritual, ni mediante ningún conocimiento filosófico o técnica psicológica.»

Este acto marcó el inicio de su verdadera enseñanza: libre de etiquetas, sin sistema, sin gurú, sin discípulos. A partir de entonces, recorrió el mundo durante más de seis décadas, dando charlas, manteniendo diálogos y escribiendo libros que nunca propusieron métodos, pero que sí indagaban con profundidad en los laberintos de la mente humana.

Pensamiento y visión radical

Krishnamurti no era un maestro en el sentido tradicional. No proponía técnicas, mantras, ni estructuras jerárquicas.

Su propuesta era profundamente revolucionaria: observar directamente lo que uno es, sin intermediarios, sin escapatorias, sin interpretación. Para él, la libertad no era un ideal futuro, sino una acción presente.

• La esencia de su mensaje giraba en torno a temas como:
• La liberación del condicionamiento psicológico
• La naturaleza del pensamiento y el ego
• La meditación como atención sin elección
• El fin del conflicto interno
• La importancia del silencio mental
• La necesidad urgente de comprendernos a nosotros mismos como totalidad

Krishnamurti desmanteló con rigor toda búsqueda espiritual que condujera a una autoridad externa. Para él, todo conocimiento acumulado y toda tradición debía ser puesta en duda.

La verdad, insistía, no puede ser contenida en palabras, imágenes ni doctrinas. Solo puede ser descubierta en el instante, por uno mismo, sin guía ni método.

Relación con David Bohm y el diálogo con la ciencia

Uno de los aspectos más destacados de su trayectoria fue el diálogo abierto que sostuvo con científicos, psiquiatras y filósofos. Entre ellos, el físico cuántico David Bohm se convirtió en un interlocutor privilegiado.

Sus conversaciones, registradas en libros como El Fin del Tiempo y Más Allá del Tiempo y del Conocimiento, revelan una fusión entre la física moderna y el misticismo profundo, sin misticismo dogmático.

Krishnamurti exploraba el pensamiento como un fenómeno biológico y psicológico, y lo analizaba con una agudeza que fascinó a investigadores, educadores y terapeutas.

Krishnamurti y la educación

Otra faceta esencial de su legado es su concepción de la educación. Krishnamurti fundó varias escuelas alrededor del mundo, entre ellas Brockwood Park en Inglaterra, Rishi Valley y Rajghat en India, y Oak Grove en California.

En estas instituciones se cultivaba no solo el conocimiento académico, sino también la observación, el silencio, la sensibilidad hacia la naturaleza y la libertad interior.

Para él, la educación debía liberar, no adoctrinar. Un niño educado adecuadamente debía aprender a pensar por sí mismo, a cuestionar toda autoridad, a observar el miedo y el deseo como condicionantes de su conducta.

Vida sencilla, conciencia lúcida

Krishnamurti vivió de manera sencilla y sobria, evitando el culto a la personalidad. No permitía que se le considerara un maestro, ni que se lo venerara.

Viajaba constantemente, hablando con grupos pequeños o audiencias numerosas, con la misma voz serena y penetrante. Jamás cobró por sus conferencias.

Rechazó pertenecer a cualquier religión o corriente filosófica. Aunque usaba el lenguaje tradicional de la espiritualidad —amor, compasión, verdad, belleza— lo hacía con una intención profundamente transformadora, despojando esas palabras de sus capas de condicionamiento cultural.

Legado

Jiddu Krishnamurti murió en 1986 en Ojai, California. Su enseñanza, grabada en miles de horas de conferencias, entrevistas, diálogos y libros, sigue siendo estudiada en todo el mundo.

Su influencia es notable en ámbitos tan diversos como la psicología transpersonal, la filosofía contemporánea, la educación holística y los movimientos de autoconocimiento.

El gran aporte de Krishnamurti fue devolver la espiritualidad a su fuente directa: la experiencia inmediata del presente, sin cargas ideológicas. Enseñó que mirar con ojos nuevos es la única revolución verdadera.

Y que cuando uno ve sin interferencias, hay libertad. No como un ideal futuro, sino como la verdad de este momento.

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Todos los libros son de dominio público o han sido cedidos para su libre distribución.