En este texto, Bailey se concentra en el destino energético y espiritual de las diferentes naciones, analizando sus misiones en el Plan mediante la vibración dominante de sus rayos nacionales y su historia espiritual. Aunque no asigna juicios de valor, describe cómo cada pueblo tiene un papel específico en el proceso evolutivo global y en la configuración del nuevo orden mundial.
La obra plantea que cuando las naciones colaboran desde el alma colectiva (es decir, alineadas con la voluntad divina), pueden contribuir significativamente a la humanidad. También advierte acerca de los peligros del nacionalismo egoico y la separación. Bailey propone la federación espiritual de las naciones como una visión de futuro: una confederación de almas trabajando juntas en lugar de estados enfrentados.
