Este libro complementa la visión dualista de la evolución presentada por Besant, destacando la interacción entre la vida (el espíritu) y la forma (la materia). Mientras que la ciencia convencional estudia la forma en su desarrollo biológico, Besant expone cómo la vida utiliza sucesivas encarnaciones para experimentar, aprender y ascender.
Cada forma es un vehículo temporal, pero la vida que la habita es eterna y está en continuo perfeccionamiento. La autora insiste en que las leyes espirituales que rigen este proceso son tan precisas como las leyes físicas. El alma pasa por reinos minerales, vegetales, animales y humanos, y su destino es unirse conscientemente a la Voluntad divina.