Obra profundamente influenciada por el hermetismo y traducida por Anna Kingsford junto a Edward Maitland, La virgen del mundo se centra en las enseñanzas atribuidas a Hermes Trismegisto, enfocándose particularmente en Isis como símbolo de la sabiduría velada. Isis, la virgen cósmica, es presentada como la madre de los misterios, cuyo rostro permanece oculto a los no iniciados, pero que revela sus secretos a aquellos que han alcanzado la purificación del alma.
El texto traza una visión del universo como una emanación sagrada, donde todo está vivo y es conciencia. En este contexto, la ciencia espiritual no se obtiene por el estudio racional sino por la apertura del alma al conocimiento interior. Kingsford y Maitland interpretan estas enseñanzas como una confirmación de la antigua gnosis, rescatando su valor no sólo histórico, sino vivencial, como guía hacia la unión con lo divino.