En el primer capítulo de esta serie, Annie Besant analiza la memoria desde una perspectiva esotérica, distinguiéndola de la mera acumulación de datos mentales. Plantea que la memoria es una función del alma, un registro vivo de experiencias que perduran más allá del cuerpo físico. Estas impresiones se graban en los planos sutiles del ser, especialmente en el cuerpo mental, donde quedan latentes como semillas de aprendizaje.
Besant sugiere que la memoria está estrechamente relacionada con la conciencia y que su desarrollo es esencial para el progreso espiritual. La memoria no es simplemente recordar, sino integrar vivencias pasadas en la sabiduría actual. A través del entrenamiento de la mente y la meditación, el estudiante espiritual puede acceder a memorias más profundas, incluso de vidas anteriores.