En este texto, Annie Besant revela una visión espiritual de la evolución que supera el reduccionismo materialista de la ciencia moderna. Presenta al ser humano no como un producto accidental de la biología, sino como una conciencia en desarrollo que utiliza formas temporales para su aprendizaje. La evolución es descrita como un proceso guiado por inteligencias superiores que colaboran con las leyes del karma y la reencarnación.
Besant argumenta que la evolución de la forma y la del alma marchan juntas, pero que es esta última la que tiene primacía. El “secreto” consiste en reconocer que el propósito oculto de la evolución es despertar al Dios interno, y que la humanidad está llamada a convertirse en colaboradora consciente del plan divino. Esta visión reorienta la existencia humana desde la supervivencia hacia la iluminación.