Este texto examina el impulso sexual como una de las fuerzas más poderosas de la naturaleza humana, no para ser suprimido, sino transformado. Alice Bailey interpreta el sexo como un reflejo físico de la polaridad cósmica, y propone que el objetivo de la humanidad es elevar esta energía desde los centros inferiores hacia la expresión creativa y espiritual.
La obra también analiza los condicionamientos culturales y religiosos que han distorsionado la comprensión del sexo, fomentando culpa o represión. Bailey aboga por una integración consciente del impulso sexual, donde el deseo se convierte en amor, y la unión física encuentra su correspondencia en la unión del alma con el espíritu.